El 30 de octubre de 1983, exactamente cuando en la Argentina se celebraban las elecciones que permitían el retorno de la democracia, el “Gran Brujo” iniciaba su primera y única gira por aquel país.
Por Eduardo Durán
Editado por “Registros de Cultura”, acaba de publicarse el libro-disco Atahualpa Yupanqui en la Universidad de Michigan, con el primer recital de la única gira que Yupanqui hizo por los Estados Unidos, en 1983. Es un rescate que se hizo a partir de una vieja grabación casera de un casette que fue delicadamente sometido a todos los procesos para la optimización digital.
La presentación del volumen fue el jueves 6 de junio, en el auditorio de la UTE (Bartolomé Mitre 1984) y participaron figuras musicales de mucho peso; entre otros: Roberto Chavero —el hijo de Atahualpa—, Mariam Farías Gómez, Laura Albarracín, José Ceña y Juan Falú, gran impulsor del proyecto. También estuvo presente Oscar Ballester, a quien bien podría caberle el título de “autor”, teniendo en cuenta que había sido el gestor del recital y el acompañante de Yupanqui por aquellos días.
El libro es pequeño y está editado en papel brillante de buena calidad. Incluye un prólogo acertado de Falú (“De Yupanqui se ha dicho de todo. Y bien dicho”), palabras de Roberto “Kolla” Chavero y la transcripción de una conferencia sobre Yupanqui pronunciada por Jaimes Omar Pellicer en julio de ese año, en el instituto Huinca Ruca de Nueva York.
Una jornada de esperanza
El libro les dedica un largo capítulo a las vicisitudes que los entusiastas jóvenes argentinos y latinoamericanos debieron afrontar para lograr que “El Gran Brujo”, emblema de la lucha social y de la conciencia de los oprimidos, ofreciera su arte nada menos que en la tierra del imperialismo capitalista por antonomasia. Quizás por ese contraste y porque la gira tuvo pocas presentaciones y fue de bajísimo presupuesto —la promoción incluyó un afiche dibujado a mano por el argentino Roberto Merlín, profesor de Física en la Universidad— tampoco se la menciona en las biografías del músico.
La lista de canciones es idéntica a la de otros discos en vivo ya editados, pero el valor de Atahualpa Yupanqui en la Universidad de Michigan está en cómo muestra el vigor que Yupanqui mantenía a sus 75 años de edad —y que conservó hasta sus últimas presentaciones, casi diez años después—.
Con todo, hay una perla. El primer recital yupanquiano en “tierra gringa” sucedió en una fecha que acabaría siendo muy significativa para los argentinos: tocó el 30 de octubre de 1983, día en que se realizaban las primeras elecciones democráticas en nuestro país, luego de siete años de la dictadura cívico-militar instaurada en 1976.
Era una jornada de esperanza para la Argentina. Y de libertad. Y uno de los más grandes abanderados de la libertad —y de la Argentina— iniciaba la gira por los Estados Unidos, que es también reconocido como la cuna del constitucionalismo presidencialista y democrático.
Una visita ilustre
El lugar del debut fue Ann Arbor, una pequeña localidad universitaria de Michigan, poblada en su mayoría por profesores y estudiantes de todas las latitudes. Yupanqui se alojó en la universidad y, además del recital, visitó la biblioteca y dio una charla en la Facultad de Antropología.
“Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías”, decía Borges. En esa ciudad y en el mismo colegio en donde se alojó Yupanqui, cien años antes había sido distinguido Domingo Faustino Sarmiento. Un busto erigido en su memoria —hoy retirado por haber sido vandalizado durante una protesta— llegó a ser admirado por Yupanqui.
De allí Sarmiento había traído “las maestras y los gorriones”, tal como Yupanqui afirmaba en una carta a su esposa, que está reproducida en el libro. La carta está fechada el mismo domingo 30 de octubre, pero tiene una posdata del lunes 31 que dice: “Avisan que ganó Alfonsín ¡Hurra!!!”. Los signos de exclamación no son habituales en el epistolario yupanquiano. Emociona leerlos. De seguro el paso por los claustros —el recital se dio en el auditorio de la Universidad—, el contacto con docentes, la veneración que le dispensaron los estudiantes latinoamericanos, y la huella del ilustre sanjuanino fueron el atractivo —y el atenuante— para que Yupanqui visitara por primera y única vez al “gran país del Norte”. Nos queda el registro. ///50Libros